lunes, 6 de septiembre de 2010

Madurez

No siempre la edad viene acompañada de madurez emocional porque muchos más de los que creemos siguen siendo sólo niños toda su vida.



Muy en el fondo todos somos un poco niños a la espera de la protección de los demás y nos cuesta sobremanera pararnos sobre nuestros propios pies y caminar sin muletas ocasionales.


Hacerse cargo de uno mismo, esa gran aventura que empieza en la adolescencia y termina con la muerte, es una cuestión que cuesta aceptar hasta que nos damos cuenta que siempre estamos solos en los momentos cruciales de nuestras existencias.


La madurez no es solo una etapa cronológica de la vida sino un estado mental, una actitud y la personalidad es como un abanico que se despliega y no necesariamente madura en forma integral. Esta etapa consiste en dejar de pensar en uno mismo y empezar a ver que hay personas que tienen un valor igual al mío.


La falta de aceptación del esquema corporal impide el paso al mundo adulto y todos sabemos los esfuerzos y sacrificios que hace la gente para parecerse a los ídolos del momento cualquiera sea su edad.


La coherencia interna es un elemento clave para definir a una persona madura, ya que pensar, decir y hacer lo mismo sin contradicciones eventuales y con convicción son condiciones que no pueden estar ausentes en ella.


Esa coincidencia entre el adentro y el afuera le permite protagonizar la vida sin apuntador sin necesidad de definirse nunca, porque una persona madura cambia y sólo se la puede definir en una lápida.


Y es también la que se responsabiliza y se compromete, respetando sus tendencias y teniendo en cuenta su medio y sus semejantes cuando se decide a tomar una decisión para insertarse en la sociedad.


Al llegar a la madurez, el ser humano, empieza a hacerse responsable de sus actos, ve que algunas de sus acciones pueden dañarlo y dañar a otros, también se da cuenta que es responsable de su propia vida y lo que haga ahora lo puede afectar en un futuro.


El adulto maduro valora su integridad pero no trata de imponerla a los demás, va a rechazar las quejas inútiles o los lloriqueos porque sabe que no le aportan nada, que es una pérdida de tiempo y de energía. Sabe afrontar cualquier problema con serenidad, porque sabe que el verdadero poder está únicamente en su mano. No intenta poner excusas fáciles que le permitan escabullirse de sus responsabilidades, no espera la ayuda de los demás, aunque si esta se produce sabe reconocerla y agradecerla.
Puede aceptar valorar cualquier pensamiento que se le presente. Cualquier actividad o percepción de esta vida es flexible, mutable, adaptable. No es rígido ni inflexible ni con los demás ni consigo mismo; está abierto a nuevas experiencias, a nuevas opiniones y todas son igualmente respetables por él, aunque unas las comparta y otras no.


También vive con benevolencia sus propios errores. Se permite un margen para no ser perfecto, para equivocarse, para rectificar, sabe que no es perfecto ni competente en todos los campos. Admite sus equivocaciones sin que esto le cause dolor.
El adulto maduro debe estar dispuesto al cambio, en el amplio sentido de la palabra. La realidad es cambiante y todo, incluidas las circunstancias personales de cada uno, son susceptibles de ser cambiadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario